El artista se presenta como un demiurgo. Es ángel y demonio. Recorre su cielo y su lodo, a partir de un repertorio distinto y espacioso. Es difícil contener diferencia y variedad al mismo tiempo, pero JuanVattuone se las arregla para que ambas le pertenezcan. Toma el tango -o el tango lo toma a él-, desde su raíz pintoresca y social en versos que le salen como la albahaca fresca. Crea un lenguaje totalmente actual, sin abandonar la fuente de un siglo de orilla y arrabal. Este decir artístico es consecuencia de su sentir y de su hacer en la vida: "yo soy tango en una parte genuina de mis partes". Mezcla de clown cándido y quijote arrabalero, nos sorprende con historias en la cocina de su casa y, desde allí, nos lleva más allá, nos vuela hacia la inquietud , la oscuridad, el vértigo, nuestras miserias, la identificación. La ternura, sin embargo, atraviesa sus temas como una daga que abre cada anécdota: la situación actual del ser argentino ("Argentina de argentinos"), la realidad del día a día en esta ciudad anónima y diagramada ("Viva Buenos Aires"), el deseo de un amor imposible a pesar de la acidez del duelo ("Jugo de limón"), la realidad de los chicos de la calle, en su decir, "los hijos de la patria" ("Pequeños seres vagabundos"), el humor irónico y desopilante en boca de su personaje Rodolfo "Bocha" Burdovio ("La chacón de mi naerma"), el bajo fondo y la fuerza del amor para cambiar la vida ("Un chabón jailaife"), la mujer desde una mirada despojada de machismo ("La Yoli, esa mariposa"), la hipocresía de nuestras instituciones ("El yuta Lorenzo"), el amor trunco desde la pena y no desde el rencor ("Sábanas vacías"), la máscara y la construcción propia ("Por querer cambiar"), la esperanza renacida diariamente a pesar de las heridas ("Peces de colores") Todo está sustentado por la resistencia, y ésta es su mayor transgresión: enfrentarnos cara a cara con el amor, la violencia, la cobardía, la pasión. Es decir, nos enfrenta a nosotros mismos. Su música es la síntesis de varias influencias rítmicas, porque rompe moldes a través de su intuición. Recorre así, desde el tango tradicional hasta el apiazzollado, las milongas criollas, el bolero, el candombe, la chacarera, el blues y la canción. Dice que la duda lo conduce al papel y la guitarra. Sea como sea, hacer arte es para Vattuone, un acto de amor, nada menos que combatir la muerte, desde abajo y desde el balcón más elevado, hacia un futuro sin fronteras.
* Silvana Boggiano es autora del libro La madriguera, y miembro de grupos de investigación argentino-uruguayos el Tango.